La pila de hidrógeno, el coche eléctrico y autónomo, las aplicaciones móviles para el alquiler, compra-venta o trueque de bienes y servicios, el Big Data, la automatización, la robótica e inteligencia artificial, el Internet de las cosas, el transporte vía drones, la neurociencia, la secuenciación del genoma humano, el electromagnetismo, la digitalización…

Observe la prensa y compare el volumen de noticias que hablan de estos temas en la actualidad y el volumen hace 10 años. Más fácil, recuerde el teléfono que tenía hace 10 años. Que el mundo es dinámico y está en constante cambio se sabe hace tiempo, Heráclito de Éfeso ya dijo que nadie podía bañarse dos veces en el mismo río. Lo llamativo en la actualidad es la velocidad y densidad del cambio.

Es una más de las revoluciones industriales, periodos donde numerosas innovaciones y descubrimientos coinciden en el tiempo y transforman todos los elementos de la sociedad. Estos avances, a largo plazo, generan un mayor nivel de vida, aumentando la esperanza de vida, mejorando la comunicación, reduciendo el esfuerzo físico o asegurando el abastecimiento de diversos bienes. A corto plazo (en términos históricos), exige la adaptación a las nuevas estructuras organizativas, las nuevas demandas de trabajo y las emergentes costumbres sociales. Es por ello que el corto plazo se convierte en una etapa de incertidumbre en todos los aspectos de la vida y sociedad, y así lo estamos viendo diariamente en la prensa; crisis de valores, incertidumbre política, incertidumbre económica, incertidumbre financiera y más incertidumbre. Y esto es sencillamente porque el mundo no está adaptado, y no sabe hacia dónde vamos.

En estos periodos confluyen egos, temerosos y visionarios. Los primeros, por ambición de poder aprovechan la fácil oportunidad de cambiar el mundo para ser recordados, independientemente de las consecuencias de lo que hacen; los segundos, acostumbrados a sus formas de vida, temen no comprender la transformación y perder lo que tienen; los terceros, emprendedores, son capaces de comprender lo que sucede y de aportar su creatividad para trazar las líneas directrices del cambio.

Trump es un ejemplo de ego. Un hombre que ha alcanzado el éxito en el mundo empresarial, después en el mundo social-mediático y finalmente aprovechando el descontento, en el político. No cabe duda de que su sentimiento no es el de hacer América grande de nuevo, sino de continuar alcanzando proezas personales. Si bien es cierto que los medios de comunicación se han esforzado en crearle una imagen terrible, que no se asemeja con precisión a la realidad, el verdadero peligro de Trump reside en establecer el proteccionismo.

Cualquier persona a la que oigan decir que el cambio es malo, es un ejemplo de persona temerosa. Para ese tipo de persona, el esfuerzo de cambiar su estatus quo supone un paso en falso. Sin embargo, recordemos, el mundo es dinámico, así que lo que pasará realmente es que esa persona se enfadará con el mundo y tendrá dificultad para adaptarse.

Por último, Steve Jobs es un ejemplo de visionario. El fundador de Apple fue capaz de llevar la más alta innovación tecnológica a la sociedad, hasta el punto de que su tecnología puntera era esperada por muchos. Preparó la sociedad para el cambio.

Así, el desenlace de esta revolución vendrá del choque entre egos, temerosos y visionarios. Aquel perfil que logre acercarse más a la sociedad ganará la partida y marcará las décadas siguientes, bien sea decantando la balanza hacia un mundo de conflicto, retrasando la revolución tecnológica, o guiando un mundo más desarrollado.

Saludos, Comunidad de Adaptados.