¿Alguna vez has pensado qué determina realmente tu vida?

Los ordenadores no son tan diferentes de las personas. Siguen un lenguaje binario, basado en respuestas de sí o no. Nosotros reflexionamos, le damos vueltas a los temas e inquietudes que nos rodean, pero actuamos igual. En cada decisión que nos disponemos a tomar, hay un momento, un instante donde se congela el tiempo y se da una respuesta de sí o no. Lanzarnos o no lanzarnos a hacer algo, aceptar o no aceptar un compromiso, confiar o no confiar en alguien. Podemos tirarnos días deliberando sobre el asunto, que nos lleva a decantarnos hacia uno u otro lado de la balanza, pero la decisión, siempre, se toma en ese segundo congelado, y es ahí, en ese preciso instante, cuando vamos determinando nuestra vida.

Somos el resultado de un conjunto de instantes de decisión que ocurren cada cierto tiempo. Controlar ese momento, saber cuándo está ocurriendo, nos hace capaces de dirigir nuestra vida.

Es fácil trazar unas líneas directrices de vida, simplemente hay que elegir en esos momentos críticos de decisión, si nos lanzamos o no. El resultado de la decisión no es el riesgo, porque el ser humano se adapta prácticamente a cualquier cosa, somos seres resilientes por naturaleza. El riesgo es no decidir. Tenemos miedo a una situación hipotética que rara vez existe, porque estamos hechos para adaptarnos, y así las consecuencias no son tan negativas como parecen antes de decidir. Suele ser más dañina una visión pesimista de la vida que el propio hecho de tomar una mala decisión. Lo importante es conocer ese instante, saber cuándo está ahí, y que la decisión que tomes sea respaldada por todo tu ser. Eso es lo que hará que sea correcta. Equivocarse a veces es lo correcto.

Adónde te llevará, no lo sabemos, pero tampoco lo queremos saber, la vida no está diseñada para ser aburrida. Sé consciente. Vive.